Por Diego Dumont
La derogada DJAI (Declaración Jurada Anticipada
de Importación) que en los papeles era una “declaración de llegada” (instrumento
respaldado por normas internacionales que pretende brindar información
anticipada a las aduanas para que estas puedan cumplir con dos fines opuestos:
controlar más y lograr mayor agilidad en la circulación de mercaderías en la
frontera), se transformó en la práctica en una verdadera barrera para importar,
que indiscriminadamente debieron sortear casi las importaciones entre 2012 y
2015 y colocó a Argentina por un tiempo como país líder del ranking GTA (Global Trade Alert) que establece una
tabla de posiciones donde cada país suma por cantidad de medidas potencialmente
proteccionistas implementadas desde 2008.
El sistema alternó una etapa de reclamos por
mostrador en la ex Secretaría de Comercio Interior de Guillermo Moreno, que
incluyó parámetros de aprobación de operaciones apartados de toda norma y
lógica, con un mecanismo de reclamos online, lanzado por el Secretario de
Comercio Augusto Costa a fines de 2013, que lejos de la perfección, logró un
toque de mayor federalismo en los pedidos de operadores y eliminó buena parte de la discrecionalidad
que invita a la corrupción.
La política de “comercio administrado” implementada por el
país en los últimos años, no tiene origen per se, como autónoma y aislada de
contexto, sino que respondió a un contexto internacional de demanda global
débil y una nueva corriente internacional de proteccionismo encubierto (murky
proteccionism) post crash de burbuja inmobiliaria de Estados Unidos en 2008,por
un lado; y a una defensa ideológica del aislamiento sumada a desequilibrios
internos por el otro: tipo de cambio oficial atrasado respecto a la inflación,
exportaciones en caída, sangría de reservas, compromisos de deuda externa, etc.
En los últimos años, se priorizó obtener dólares
de cercenar importaciones por sobre estimular exportaciones, a tal punto que la
ex presidenta habló en algún momento de sustituirlas. El renovado Gobierno
Nacional trajo consigo una nueva concepción del Sector Externo, caracterizada
por mayor apertura e impulso de las ventas al exterior, pero aún arrastra la
bola de preso de desequilibrios
heredados. Entonces, sigue habiendo una exageración de administración del
comercio, ya no defendida desde lo ideológico, sino más bien forzada.
El cepo no ha sido eliminado 100% ni las
importaciones liberadas como muchos piensan. Aún hay importadores bajo un
cronograma de pagos por deudas atrasadas con el exterior y aún hay cerca de
1300 posiciones arancelarias de productos con licencias no automáticas de lenta
o nula aprobación. Lo positivo es que fuera de las mercaderías “complicadas”
bajo el SIMI (Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones) que reemplazó a
la DJAI, la aprobación de importaciones es total (están sólo sujetas a
licencias automáticas que están siendo autorizadas en poco tiempo). También por
el lado de normativa cambiaria, el BCRA eliminó el Sistema de Consulta de
Operaciones Cambiarias. Lo de “consulta”
es sólo ilustrativo, ya que impedía transferir a proveedores del exterior si la
importación no estaba permitida. Pero aún estamos lejos de un listado lógico
que certeramente proteja los sectores más sensibles de la industria nacional y
levante la suela del resto. El país se encuentra en una etapa gradualista de
acomodamiento fino post shock que
significó el sinceramiento del dólar
oficial y otras medidas relacionadas, y que por supuesto está atada a la
economía en general, de la cual depende el sector externo.
Lo que sí está claro, es que un país que quiere
crecer, debe exportar más y también importar más. No hay que mirar el
saldo comercial sino el dinamismo que produce el comercio exterior. No es lo
mismo un saldo de 10 si exportás 80 e importás 70, que un saldo de 10 si
exportás 110 e importás 100. En la historia argentina, la curva de crecimiento
del país siempre fue de la mano de la curva de crecimiento de las
importaciones. Ocho de cada diez dólares que se importan van a producción.
Es cierto, en gran medida, de la situación de
Brasil, de la resolución con los holdouts, del valor internacional de los
comodities, de la fuerza de la demanda internacional, entre otros, va a depender
en parte la intensidad de administración del comercio exterior en los próximos años. No hay dudas de que existe una cuota azarosa en la vida de una persona o de un país. Pero también es cierto que la realidad es influida por lo que hagamos puertas adentro. No somos sólo espectadores. Como decía Ghandi “la vida es como un espejo. Si sonrío, el espejo me devuelve
la sonrisa”.
Nos vemos
2 comentarios:
Muy buena nota. Simple, clara y sin política.
Gracias Diego
abrazo
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