La semana pasada pasé caminando por el barrio en
el que me crié. Es bastante cerca de mi casa pero es la primera vez en casi 30
años que me puse la mirada curiosa que tienen los chicos, y me di una vuelta
manzana de más, sólo para ver. No está el kiosco, no está la concesionaria de
autos usados, tampoco la casa de antigüedades, ni el almacén, ni la relojería,
ni el video club, en realidad no hay casi nada de lo que había!. Pero me
di cuenta que si miras bien, hay cosas que todavía están ahí, que nunca se van (como en la vida misma).
Veo los números de bronce de la casa del vecino, esa baldosa rota de la cuadra,
la canchita del Colegio Nacional, el árbol con el que rompí la bici cuando
aprendía a andar, la casa del profesor de folklore, el garaje donde jugaba con
mis amigos...
Cierro los ojos, me veo a mí, hace 24 años un día
como hoy, trepado a los hombros de mi viejo
con la bandera de celeste y blanca, festejando las genialidades de Diego y el
mundial de México. En ese entonces, para mí el mundo era Argentina, Santa Fe Provincia mi barrio, y Santa Fe Ciudad
la manzana de mi casa.
El tiempo… es como el cobrador de un negocio cualquiera.
Te entrega tu compra y se lleva el dinero. Te da y te quita. En el camino perdí
la inocencia de la infancia, la ignorancia de conocimientos “básicos”, aprendí que Argentina es un país en el mundo,
y que la cuadra que era mi ciudad es
desconocida por todos de la manera en que yo la conozco. El tiempo se cobró la
escuela primaria con su patio de baldosas blancas y negras, algunos amigos de
la infancia que ya no vi eternizados en fotos mentales invisibles, mis tardes
en el club, mi primer auto, mi casa de la infancia, mis viejos, mis cuadernos,
mis grupos de música,(…). A cambio me
entregó nuevos amigos, un trabajo, nuevos trabajos, nuevos hobbies,… mis hijos.
Muchos estaban esperando con júbilo el día de hoy
para levantar los brazos al cielo y gritar: - Gracias a Dios que se termina
esta estupidez! . Otros se agacharán le darán un beso al suelo y gritarán: - por
suerte esto es cada cuatro años! . – La gente
se pone idiota, se olvida de los problemas, por fin viejo! , ó – Me tenían
hasta las p… con el mundial!. Y por supuesto,
los más reflexivos dispararán con razón: - para qué gastar tanta guita en un
mundo donde aún mueren chicos de hambre (comparto que podría hacerse un mundial
más modesto).
Estoy de acuerdo en parte, en no transformar a un
evento deportivo en un frasco de Sedal con queratina para el lavado cerebral. La
responsabilidad en ese punto es personal. Claramente la vida sigue, y los
problemas no desaparecen, y hay que pagar las cuentas, y Boudou fue procesado y
la puja con los fondos buitres no cesa y la situación del país en OMC preocupa,
y las exportaciones no despegan…. pero discusión de lado: el Mundial de fútbol
es una realidad.
Y para mí, es también una oportunidad concreta para
encontrarse con el de al lado. Por ejemplo, estuve en Porto Alegre, y lo que
más rescato no fue el resultado deportivo (victoria 3-2), sino la sorpresa que me llevé con la cercanía
afectiva y cultural que tenemos con los brasileros del sur, su amabilidad, su
generosidad, su alegría.
El mundial es también una posibilidad de acercarnos
a nuestras raíces, para sentirnos parte de un destino común, para tender una
mano, para renovar la alegría, para abrazarse fuerte y disfrutar de las cosas
que el tiempo nos vendrá a cobrar adelante.
Ojalá que haya servido para tocar el corazón de
mucha gente y que salga de eso algo positivo hacia los demás. Después de todo,
no soy yo, son todos los chicos, todos los viejos, todos los barrios, todas las
cuadras, todas las banderas, todos los momentos, todas las vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario